27/6/16

El Relato del 27: Blanca noche jerezana

Acostado, me gusta mirarla en noches como esta. La pálida tierra me abraza, y sonrío pensando en los incontables fragmentos que quedarán, minúsculos, adheridos a mis ropas. La claridad tizna de plata las hojas que, mecidas por una brisa salina, me devuelven el eco de lejanas palabras:

– Tu colegio, la casa, el viñedo... Todo esto era mar hasta que, hace muchos años, cayó un trocito de luna y entonces adivinó que, aquí sí, podría dar vida –dijo el abuelo al nieto. Con su grave voz, el anciano acostumbraba a narrar fantasías mientras, pacientemente, pelaba manzanas, abría un melón o troceaba una sandía. Después, mojaba el último pedazo en su copa y, con un guiño lleno de complicidad, lo deslizaba entre mis dedos. En mi boca, una intensa y adulta punzada de hierba y frutos secos se entremezclaba con la dulce textura de la fruta.

Ahora es mi padre quien, con disimulo, hace llegar a Sara el postre humedecido en vino de Jerez. Yo finjo no enterarme, tratando de imitar aquellos rostros sin arrugas que seguían hablando de sol, racimos y mosto.



Miro al cielo y pienso que pocas cosas han cambiado en este trocito de luna.