6/2/18

La electrocaja de Pandora

Es un alivio tener la oportunidad de pagar el precio, casi una ganga, del acuerdo o el desacuerdo con ciertos (solo algunos, todo hay que decir) programas de los llamados "de investigación". Porque me parecen necesarios; porque, si quieres aceptar el reto, pueden invitarte a reflexionar durante un rato, casi sin excesos. Porque crean polémica de esa que considero ineludible, y en cuestión de minutos te llega una caja enorme, con su etiqueta Inkeerbärden, para montarte la barricada tu solito en el salón. Porque no poseen una verdad absoluta y, si tienes la sensación de que eso es lo que pregonan, tal vez el problema es tuyo y no de la emisión. Porque hay grises, blancos y negros y también azules. Y naranjas. 

Lo que no vale es -se nos gastó de tanto usarlo- el "Es un genio, qué valor el suyo, y cuánta razón tiene" a las maduras y, en cambio "Es un vendido, qué opinión tan sesgada, no tiene ni idea" cuando llegan duras. Sería aconsejable -y no seré yo quien monte la consultora ni la ventanilla-... decía yo que, quizás, tal vez, acaso podría resultar pues adecuado que cada cual calculara cuántos centímetros de gris quisieron, consciente o inconscientemente, mostrarnos. Cuántos filtros verdes pusieron sobre el escarlata y/o viceversa. Si quisieron, si pudieron, si supieron. Cuán imprescindible saber valorar. Decidir si es un tema que te interesa o te resulta prescindible está bien, pero qué valiosa resulta la balanza interior y silenciosa de lo que sé (casi) a ciencia cierta, lo que creo saber y lo que desconozco de la materia*. Y si además de callada la romana fuera sincera, tanto mejor. 

*gnóthi seautón 

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Oráculo de Delfos (http://www.nationalgeographic.com.es/historia/grandes-reportajes/delfos_7276)