5/10/18

París-Cuenca



Se desgarraba mi corazón de once años cada vez que aquella canción sombría arañaba el aire. ¿Por qué tan triste? Luego esa misma voz, a veces cavernosa y a veces de tiovivo pero siempre en blanco y negro, nos cantaba un tiempo que los menores de veinte no podíamos conocer. Bien, ya nos vengaríamos cuando llegase el momento.  Aunque entonces ni siquiera lo entendíamos, le pondríamos remedio. 

No se trataba de una cruz de neón en el mapa como en la película de Wenders. Aquí, la coma caía por su propio peso, y se alzaba un guión que todo lo transformaba en trayecto. Largo. Largo. Largo como solo para un niño podia ser largo. Y por allí corrían y vagaban comediantes, sin embargos, quiénes y aniversarios. Ella, lei, she. Y la callada quietud de una llorosa Venecia.

Tiempo después coaguló el ansia de (falsa) intelectualidad, que tan gratos suspiros trajo, y con ella llegó aquel pianista, siempre en negro y blanco,  que acababa por hundirse en la nieve ; que seguía mostrando la sonrisa triste de quien estando se resistía mentalmente a hacerlo. Casi como en un sueño buñueliano, Boby Lapointe le arrebataba el instante ofreciéndole un (falso) momento de paz: Frambroise, nacida antibesa y Françoise, negociaba físicas ventajas en Angers. 

Bailes y bandas aparte, todas esas imágenes eran puro artefacto, prótesis ilusorias que, a pesar de su belleza, se mostraban incapaces de remplazar el recuerdo infantil de júbilo, de baile, y de esa espesa e innecesaria tristeza. De cuando uno de los secretos fatales de la vida nos fue desvelado: el de la mortalidad de las madres. 


 Fotograma de "Tirez sur le pianiste", de François Truffaut (1960)

20/7/18

De tu silbido

Yo haría cuando asome el sol 
con el hilo de tu silbido un ovillo 

y al atardecer lo trenzaría, ingrávido, 
previendo las noches más oscuras

deshilachadas de luz morirán 
al son de tu amanecer

 The fairies and birds tiff. Arthur Rackham's Peter Pan in Kensington Gardens, 1912.

6/2/18

La electrocaja de Pandora

Es un alivio tener la oportunidad de pagar el precio, casi una ganga, del acuerdo o el desacuerdo con ciertos (solo algunos, todo hay que decir) programas de los llamados "de investigación". Porque me parecen necesarios; porque, si quieres aceptar el reto, pueden invitarte a reflexionar durante un rato, casi sin excesos. Porque crean polémica de esa que considero ineludible, y en cuestión de minutos te llega una caja enorme, con su etiqueta Inkeerbärden, para montarte la barricada tu solito en el salón. Porque no poseen una verdad absoluta y, si tienes la sensación de que eso es lo que pregonan, tal vez el problema es tuyo y no de la emisión. Porque hay grises, blancos y negros y también azules. Y naranjas. 

Lo que no vale es -se nos gastó de tanto usarlo- el "Es un genio, qué valor el suyo, y cuánta razón tiene" a las maduras y, en cambio "Es un vendido, qué opinión tan sesgada, no tiene ni idea" cuando llegan duras. Sería aconsejable -y no seré yo quien monte la consultora ni la ventanilla-... decía yo que, quizás, tal vez, acaso podría resultar pues adecuado que cada cual calculara cuántos centímetros de gris quisieron, consciente o inconscientemente, mostrarnos. Cuántos filtros verdes pusieron sobre el escarlata y/o viceversa. Si quisieron, si pudieron, si supieron. Cuán imprescindible saber valorar. Decidir si es un tema que te interesa o te resulta prescindible está bien, pero qué valiosa resulta la balanza interior y silenciosa de lo que sé (casi) a ciencia cierta, lo que creo saber y lo que desconozco de la materia*. Y si además de callada la romana fuera sincera, tanto mejor. 

*gnóthi seautón 

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Oráculo de Delfos (http://www.nationalgeographic.com.es/historia/grandes-reportajes/delfos_7276)

16/1/18

Valencia-París-Amsterdam. (Oda a otra familia)

"La condensación de cincuenta respiraciones adolescentes se acomoda en la helada ventanilla y, con liviana violencia, difumina los verdes y grises que se multiplican durante el trayecto. En mi walkman excarlata gira la cassette, translúcida y desgastada, casi devorada, en un continuo bombeo de acordes que martillea y ondula en mis tímpanos. Transfusión directa a mi lampiño cerebro.Valencia-París-Amsterdam. En mi cabeza tiznada de cobalto gira su voz, que me acuna en sus gritos y me hace temblar la sonrisa tonta y bobalicona. Sé que esa voz me acompañará hasta la tumba, cincelará serpientes, intestinos y arándanos en su corona de negra piedra. Llorará el musgo, y huirán los otros dolores".