28/12/19

Episodio IX, o XVI, o XXIII...qué más da...

Pensaba que me estaba volviendo quejicoso, porque lo único que yo vi en el Episodio IX es un disparate tras otro.Tres grandes y vagos elefantes se pasean de escena en escena: el de la dejadez en los acabados, el de la indiferencia absoluta a la coherencia propia (que sí, que es Star Wars y no Nietzsche, pero..., pero...y pero...) y el de que ni siquiera podamos argumentar aquello de "personajes muy buenos o muy malos, sin ningún atisbo de grises", porque la mayoría son tan translúcidos que se diluyen en nuestro cerebro. Ya no es el barullo (que también) de una línea argumental que se hace bola plagada de nudos y tropezones. Tampoco ayuda la constante identificación de calcos y copias (¿qué no lo es en esta vida?) de algo que ya hemos visto ni quince ni veinte veces, pero en menos burdo. Es sobre todo un guión de barro pretendiendo sujetar esa gran mole de misticismo, añoranza y (para cada vez los menos, comenzando por ellos mismos) responsabilidad. El colapso final no es ninguna sorpresa: nos pasamos la película viendo caer pequeñas y medianas masas de fango que solo ciegan a quien, no queriendo ver lo evidente, se afanan en seguir mirando a través del lodo. Esta vez, ni siquiera la argucia de atiborrarnos a base de píldoras de la nostalgia (una cada ocho minutos desde los primeros síntomas de lucidez, sin receta médica) les ha funcionado.

22/8/19

Dummy, 25 años en tu vientre (Bristol, 1994).

Nos marcó la vida, nos impregnó sin pedir permiso, por las buenas y a las bravas; y ahí sigue, flotando azul en nuestras venas.¿Oscureciéndolas? ¿Iluminándolas? ¿Ignorándolas? Sin rozar siquiera la autoconsciencia. Duro y sedoso, íntimo. Qué manera de gritar con susurros, ingrávido y denso, sin una gota de grasa ni óxido, sólo miel verdosa que aspira a envenenarnos; qué manera de amarrarnos con soga de cristal, cordón umbilical hacia atmósferas lejanas, fantasmagorías que serruchan con dulzura nuestros oídos, qué manera de entregar nuestras muñecas al vidrioso lazo; mente de gato que, voluntario, mentecato,se mete en la caja para ser y no ser, para temblar, reír, arañarse el corazón, literal, y acariciar así tejidos carnosos, cálidos, latentes; qué manera de adueñarse y convertirse en un imaginario único, solitario, a la deriva, nadie a estribor, nadie a babor, y seguir flotando en gris, que ya nada tranquiliza sino la tibieza que gotea, decidimos que arda, ¡no!, que sea gélida, ¡que no!, ¡que queme!, y no nos deja decidir, ni queremos, ni podemos; nos hiere con miles de flechas, diminutas, que cambian perezosas de rumbo por brisa de tormenta, esa, la previa, la que serena y narcótica anuncia que algo estallará azul en nuestro áspero y duro horizonte, olas complacientes de seda que nos ahogarán, y no sabremos si dejarnos besar o morir, si dejarnos matar o besar.



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Bobal, el placer de disfrutar tantos y tan buenos vinos


 Tras muchos años sin visitarlo por motivos de lejanía -física, que no afectiva-, vuelvo a reencontrarme con Placer Bobal, el salón de los vinos de la Denominación de Origen Utiel-Requena. Descubrir copas con alma de Bobal más allá de los Pirineos es por desgracia complicado. Demasiado. Así que algo nervioso, como quien se reencuentra con un antiguo amor, subo las escaleras hacia el lugar de la cita, el salón Diana del Hotel Las Arenas. Vanidoso y elegante, lo es con motivo, pues aparece siempre custodiado por las olas que la brisa esculpe en el Mediterráneo. La primera alegría, el abrazo con el bueno de Diego Pérez, cara amable de la Denominación, profesional como pocos, compañero de promoción y, sobre todo, amigo desde aquel tiempo de aula, apuntes y degustaciones. Recojo gustoso mi acreditación y traspaso, ilusionado, el umbral que me transportará al lado mágico del espejo.

 Imposible comentar en estas líneas, por obvia cuestión de espacio, todos los vinos de Bobal degustados durante el festejo. Sin embargo, todos y cada uno de ellos, incluyendo también los que, por obvia cuestión de cantidad, no fueron catados, presentan el indudable respaldo cualitativo de una D.O. consagrada a la conquista de la excelencia. Así que me he visto obligado a hacer una pequeña selección de aquellos que, por una razón u otra, han accionado algún resorte extra de entre los muchos, constantes y deliciosos estímulos recibidos. Como dice la manida frase, son todos los que están pero no están todos los que son.   

 Inicio mi periplo con La Novicia 2017, de Bodegas Jimenez Vila. Viste de oscuro, pero su seriedad queda diluida por la liviandad que le otorga un estampado de blancas palomas con cierta reminiscencia hípster. Elaborado en exclusiva con uva de Bobal, muestra una extraordinaria intensidad aromática que une copa y nariz de manera casi física, palpable. Sus notas son de fruta negra: mora y tostados en armonía. Se intuye que su paso de 3 meses por barrica han sosegado, para bien, sus muy vivos y envolventes taninos. Equilibrado, bastante largo en boca, continúo maravillado por el brío de sus aromas.

 Como todos los vinos de Bodegas Hispano Suizas, siempre ataviados de manera distinguida y reconocible, descubro su Bobos Finca Casa la Borracha 2016. De cuidada elaboración, tras 10 meses en barrica de roble francés aparece complejo en nariz, con recuerdos sutiles a madera de cedro que envuelven notas de cereza. De paladar sedoso y volumen rotundo, muestra toques de grosella roja de muy fresca acidez de la mano de suaves torrefactos. En esta sabrosa botella tampoco se junta nuestra querida Bobal con ninguna variedad hermana, ni autóctona ni forastera.

 Unos pasos más allá descubro Bercial Ladera los Cantos 2016, de Bodegas Sierra Norte. En esta pausa del camino la animosa Bobal se entremezcla con la sobria y casi siempre agradecida -a pesar de las modas- Cabernet Sauvignon. 65% de la primera y 35% de la segunda equilibran una hermosa y potente alianza. Realizan la fermentación maloláctica en barricas de roble francés, en las que dormitan durante 18 meses más. El resultado es un vino muy complejo en nariz, con aromas intensos a tabaco y también a fruta negra madura (ciruela pasa), nada pesados y sí frescos. En boca la complejidad se hace todavía más patente, persiste el tabaco con recuerdos balsámicos y algo especiados, deviniendo menos madura la fruta aún negra. Tanino pulido y muy bien integrado en su estructura. Persistente, largo.

 Confieso que el Bobal de Estenas 2018, alegre y burlón, me confundió en un primer momento y me llevó a una senda ilusoria y paralela pero no por ello menos atractiva. 100% Bobal, sus aromas invocaban aquellos procedentes de las maceraciones carbónicas: frescos, golosos a mora, florales  y con leves notas herbáceas…El trampantojo residía en su elaboración, que Félix Martínez Roda, con esa amabilidad de la que siempre hace gala, me contó. Fermentado el mosto en hormigón a la manera de antaño, el vino ya estabilizado descansa cuatro meses en tinaja de barro, quedando así los rasgos afrutados de la Bobal bien ligados. El resultado es un vino con mucha personalidad, auténtico, que despliega toda la idiosincrasia de la variedad y, a la vez, lo hace singular. En boca es ligero y su acidez le induce a desbordar frescura.

 Me tropiezo en la última etapa de esta excursión con una auténtica joya desconocida hasta entonces para mí. El vino Parsimonia Bobal de Autor 2017, de Bodegas Vibe, fermenta en barrica de roble francés, donde se mece a ritmo de battonage durante 4 meses con lías finas y 4 meses más de apacible crianza. Bobal, solo Bobal, exhibe un panel aromático complejo y elegante, con unas notas principales de arándano maduro y toffee. Con una acidez serena, con un tanino muy fino, con un equilibrio suave…perdura y perdura en boca, sin rastro de ese punto agreste que, en algunas ocasiones evidencia la uva Bobal. Este Parsimonia de Autor me tiene encandilado.

 Aquí, y ahora allá, y luego acullá, me paro y me entretengo charlando de vino, de uvas, de terroir, de técnicas, del mercado del vino, y sobre todo, de la variedad estrella de la fiesta. El tiempo se para en cada conversación. Recupero momentos y sensaciones pasadas ahora renovadas. Creía que os conocía al dedillo, vinos de Bobal, pero en estos años en los que os perdí la vista habéis añadido distintas capas a vuestro carácter. Habéis evolucionado, progresado, diversificado…sois más poliédricos, más complejos y, no obstante, habéis resistido a la tentación de vender vuestra alma. Me dijeron que se estaban haciendo las cosas bien y que habías encontrado el buen camino. No se equivocaba quien me lo reveló. ¡Cuánto añoraba tu indómito beso, Bobal!



Publicado en el suplemento 5 Barricas (25 de Junio de 2019)

4/4/19

Prof. CXXV.

"El Ser comenzó a dar lanzadas al aire, una y otra vez, sin más pretensión que probarse a sí mismo. Una de ellas alcanzó al Gran Iris, que primero rugió y después se hizo visible gelatina sangrante. Y en un temblor que se fue apagando, el Gran Iris desapareció y la lanza cayó al polvo. El Ser, perplejo, recogió su arma mientras aquel líquido apestoso chorreaba por todo su cuerpo. A sus pies, las diminutas partículas ya se aglutinaban; el lodo recién creado, pusilánime ni siquiera le impidió partir".

Profecía CXXV. Textos sacrílegos (Libro Tercero) 

27/3/19

Serendipia con churros.

Acompañado por dos amigos de infancia y una amiga de adolescencia, camino entre la luz amarilla de las calles del centro de Valencia. Pasos atrás quedan algunos acordes de jazz que serán asesinados, sin duda, durante algunos días. El casi oleoso aire, antesala de Fallas, comienza a pringar la pituitaria. A escasos metros de la Plaza del Pilar surge una silueta alargada y bailona tocada con gorra campera. Grisácea en lo físico y colorida en el discurso, enfila hacia el gigantesco e inacabado monumento. Apetecible y muda vacuidad que se quebrará en pocas horas. Creo reconocer esa sombra que se aleja, aunque dudo. Lanzo su nombre: él se gira sorprendido y sonríe, reviento silencio y las pretendidas horas son ahora segundos ya pasados. En una ciudad de 791.413 habitantes acabo por cruzarme con mi primo Pablo, residente de la vieja Londinium, de la moderna Londres moderna. Saboteamos involuntariamente nuestras fotos de teléfono móvil (manzaneros pero vetustos). Nos preguntamos, sin tentar la apuesta, por el resultado del día en el Parlamento británico. Tazas o jarras, quedan pendientes cafés y birras. -¡Serendipia!- afirmaría Iker, confirmaría Carmen, denostaría Herr Gauss. Nos despedimos, y cuatro amigos prosiguen su andar relajado que todavía puede serlo. Lejano el amanecer, liquidamos la noche olisqueando en busca de unos cuantos churros que barnicen nuestras barbas y barbillas, nada adolescentes y mucho menos infantiles.


13/3/19

Vals de marzo.

Algunos llegamos de tierras lejanas para, mentidos por nuestra propia voz interior, aprehender sensaciones de nuestra infancia. Sabemos que es imposible; pero aunque la pólvora huela menos intensa, el fuego sigue calentando el rostro de un modo placentero. Cubre el firmamento su singular traje azul luz con la oscura capa, dejando que le iluminen los verdes, rojos y dorados que, como cada 18 de marzo, siguen danzando sin vértigo un vals. Y nos toman prisioneros los iris, nos mienten, nos hacen ver colores ya prescritos, corrompen nuestras sinapsis, explotan nuestra nostalgia. Sin embargo, consiguen que la pólvora sea tan intensa como aquella primera vez.

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