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Prof. CXXV.

"El Ser comenzó a dar lanzadas al aire, una y otra vez, sin más pretensión que probarse a sí mismo. Una de ellas alcanzó al Gran Iris, que primero rugió y después se hizo visible gelatina sangrante. Y en un temblor que se fue apagando, el Gran Iris desapareció y la lanza cayó al polvo. El Ser, perplejo, recogió su arma mientras aquel líquido apestoso chorreaba por todo su cuerpo. A sus pies, las diminutas partículas ya se aglutinaban; el lodo recién creado, pusilánime ni siquiera le impidió partir".

Profecía CXXV. Textos sacrílegos (Libro Tercero)