23/3/20

Utilidades de una crisis (IV). Predicador 2017, de la Bodega Contador... por un puñado de.

Descubro unos días antes de descorchar esta botella que lo que era Rioja Baja ya no es tal, sino que ahora es Rioja Oriental (desde 2018). Cosas del marketing, imagino, y del nunca te acostarás...

Elaborado con tres variedades de uva, predomina la Tempranillo (96%) frente a la Graciano y Mazuelo (con un 2% cada una de ellas). Durmió diecisiete meses en barricas, todas ellas francesas.

Morado oscuro, casi zaino que diría alguno, de capa muy, muy profunda. En nariz es muy intenso, complejo, dispara notas de tabaco, fruta negra madura (cassis) y sotobosque.

Con una buena acidez al entrar en boca, posee mucho cuerpo pero bien equilibrado, y muestra un tanino poderoso en proceso de pulido (podría esperar un par de años en botella antes de alcanzar su momento óptimo). Aparece un muy ligero gusto ahumado y de pimienta negra, junto los de regaliz negro (aquellas espirales de la infancia...).

Un vino muy serio que se alzó como favorito (de entre cuatro muy variados riojas) para la mitad de los amigos que nos juntamos a catarlo, pero que se tornó excesivo para la otra mitad.

Yo lo acompañaría con un buen entrecot de esos gordotes y poco hecho, he dicho. Tampoco lo descartaría yo para tomar junto a una buena mousse de chocolate negro.


22/3/20

Utilidades de una crisis (III). Vino 2: Antonin Rodet-Domaine de la Bressande 2017.

Viene este vino de Mercurey, pero aparece etiquetado como Appellation d´Origine Controlée Rully, de apenas 340 hectáreas de extensión y con mayoría de blancos. Resumiendo: puritito Borgoña.

Elaborado 100% Chardonnay, presenta un amarillo pálido a los ojos con reflejos dorados muy brillantes. 

En nariz surge la fruta, con toques de albaricoque poco maduro envuelto en ligeros aromas a pastelería (brioche) procedentes de su paso por barrica. 

De cierta mineralidad, con buena acidez, en boca los aromas terciarios se apoderan de la copa, potenciándose la sensación golosa con cierta sucrosidad al final de la boca. Aparece medio-largo, fruto de la parcial estructura que le aporta la madera. Armonioso. 


17/3/20

Utilidades de una crisis (II). Vino 1: 8A Mil Gracias 2013, arrumaco de lobo.

Este ejercicio de aislamiento va a obligar a muchos a mirar a los ojos a Cronos, a rendirle pleitesía, a pedirle clemencia. A aprender a respirar despacio una y otra vez hasta que el aullido del lobo se convierta en su cálido arrumaco.

Descorcho una botella de 8A Mil Gracias 2013, de Bodegas Ochoa, traído directamente desde Olite este verano. Mi relación con este vino ya comenzó atrevida en Olite, cuando, aunque no formaba parte de la gama titular de vinos para catar, solicité casi a hurtadillas poder probarlo. Meses antes había probado un graciano también monovarietal, así que mi curiosidad estaba a flor de paladar. Echándole algo de cara y tras presentarme, pedí a la misma Beatriz Ochoa si sería posible...Con una enorme sonrisa accedió a hacernos catar el mencionado graciano, maridándolo con una encantadora charla repleta de anécdotas sobre vendimias, regiones visitadas y algún que otro vino catado. Encantado con las sensaciones recibidas, empaqué unas cuantas botellas de su buen tinto navarro (no todo va a ser Moscatel de grano menudo...¡que también!).

8A Mil Gracias 2013 se presenta con una capa oscura, con tonos picota apenas evolucionados, se diría que por él no pasan los años. En nariz surgen aromas intensos a fruta roja madura envueltos en exóticos toques de paprika y ahumados. Es un vino complejo y especial, intuyo que muy marcado por la mano de quien lo concibió. En boca presenta una muy buena acidez y un tanino que no por suave pierde nervio. Largo, aparecen junto a las ya anteriormente descritas elegantes notas a violeta.

En mi caso, lo acompañé con comida thai ligeramente picante: sopa de raviolis chinos y pollo crujiente a la citronela. La sorpresa surge cuando danzó igual de bien con la posterior onza de chocolate (70% de cacao)
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13/3/20

Vuvuzelas, planetas y ETB.

Marzo, doce, y sin pólvora en mi pituitaria. Once y siete de la noche, mezclo excitación convulsiva con aburrimiento mientras mi pulgar golpea con frenesí los milímetros cuadrados de plástico que cambian mi ventana al mundo. Salto del monotema en la primera cadena patria a la question unique en alguna cadena francesa. Me da la impresión de que en la segunda hay menos ruido y más corbatas, gafas de diseño y collares de perlas, pero el fondo es bastante similar. Contrasta mi compulsión pulgarcita con la caricia acompasada y automática que dedico a mi perra, que se mantiene ajena a todo en su bendito ronquido.

Sigo saltando, de Madrid a Colmar, de Oise a Vitoria, Miranda, Córcega y, entre medias, conexión con Turín para escuchar a un azzurro panadero. Desde tantos lugares se asoma por mi luminoso mirador esa bola extraterrestre que peina vuvuzelas, ese pequeño gran planeta trompetero que ha conquistado la Tierra como nunca Hollywood nos había contado: con roces de piel (ni siquiera buscados), alientos compartidos (ni siquiera deseados), manitas bajo manteles (ni siquiera faldas o pantalones), abrazos sudorosos tras el puñetazo de Joanna o el gol de Mikel (ni siquiera metafórico); con manifestaciones justas con aromas a violeta y viajes por polvo, charca o éter (ni siquiera necesarios).

De repente, en esta modorra autodestructiva, caigo por azar en Zugarramurdi vía Euskal Telebista Internacional. Recuerdos de verano, qué lejano otro planeta.Y en purito euskera me trago veinte minutos de programa, sin entender un carajo salvo alguna palabra suelta que me da el billete a la susodicha aldea: sorginkeria prozesua, Salazar inkisizioko, Logroñoko, Zugarramurdiko...lo básico. Veinte minutos, veinte. Así, a las bravas. Veinte minutazos, embelesado con los paisajes, los dibujitos graciosos y dinámicos de los que ya no puede desentenderse ningún documental que se precie. Veinte minutitos casi fugaces. Sospecho que, ante la saturación vírica, ya he comenzado a buscar calmantes en las propias ondas. La incomprensión narcótica de palabras desconocidas, siempre que sepas escuchar bien y con voluntad de desenganche.

12/3/20

Utilidades de una crisis (I).

Tal vez a lo largo de esta crisis recuperaremos lo que nos robaron: la paciencia, ese tempo de la vida, la parsimonia, el sosiego en el buen sentido...pararnos a escuchar los latidos del reloj sin el ruido de cadenas, motores y engranajes, sin gritos ni órdenes. Nos asomaremos a la ventana y podremos descubrir el árbol que siempre estuvo ahí, enmudecido, acobardado; reflexiones ya oxidadas dejarán caer su sari y desnudas, casi lascivas, nos susurrarán vida al oído, mientras contemplamos el verde, la hoja, el aire. Miraremos la blanca pared y eso veremos, blanca pared, ni gris ni turbia ni embarrotada. Sonarán las once, las diez, las nueve, y nada pasará. Aprenderemos a venerar ese nada pasar, que es casi todo y al que tanto tememos.