31/12/23

Pausada pasión.


Delicada y llena de calidez. En muchas ocasiones parece que algún cuadro de Manet tome vida y se reencarne, congelando y, al mismo tiempo, haciendo discurrir una narración visualmente impecable.

El director Tran Anh Hung elabora con ternura una gran reconciliación con el auténtico sentido de los alimentos, desplegando respeto y amor hacia la materia prima, mayormente orgánica, que son. Y lo hace sobrevolando el pasado de aquellos como naturaleza y condición de seres vivos que nos conviven; visitando con mimo su presente entre agua, hielo, cobre y fuego; exponiendo el futuro de los mismos en complejas composiciones coloristas de total equilibrio geométrico.

La metafórica luz otoñal que atraviesa el huerto, la porqueriza, las vacas y los prados, los fogones de negro hierro y las flores, se filtra entre livianas cortinas, iluminando una historia de cariño, admiración y -luego- amor, dibujada con trazos lentos y pausados, similar a la buena cocina. Algunas pocas pero intensas pinceladas de azules y grises testimonian y asumen,  con entereza, naturalidad y tristeza lógicas, los momentos grises y azules que también la vida nos deja.

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