Cuentan que, en una aldea donde ya
débil latía el Mediterráneo, él y ella ansiaban un retoño que no llegaba. El
viento llevó un sabio de piel transparente y ambarina túnica. –Llegará cuando
encuentres tu reflejo en el lejano lago de Tokkäjarvi– díjoles. Él partió al
amanecer. Ella, transcurridas cuatro lunas, comenzó a ser pretendida por un
siniestro dignatario. Sólo aceptaría la alianza si él no llegaba antes de que
la última baya fuera vendimiada. Cada noche, ella envolvía un mismo racimo
entre sus manos, heladas por la ausencia de él. Con todos los campos vacíos de
fruta, aquella uva se mantuvo ácida hasta que él regresó con piel transparente
y ambarina túnica. Nueve meses después, nació una niña de nombre Tardana.
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